La psicóloga especialista en Psicología Clínica y Terapeuta Gestalt desde 1981, Cristina Nadal, nos visitará para impartir el taller "¿Qué propicia el cambio en la relación de acompañamiento?" -ya puedes formalizar tu inscripción aquí. Será los próximos días 25 y 26 de octubre. Hablamos con la protagonista, Cristina Nadal, sobre la relación terapeuta-paciente y qué nos encontraremos en la formación.
¿Qué aspectos consideras fundamentales para propiciar el cambio en la relación de acompañamiento según tu experiencia como psicoterapeuta y formadora?
Destaco como factor fundamental, para propiciar la salud y el aprendizaje, que como psicoterapeutas y formadores estemos abiertes al cambio en nosotres mismes. Si enfocamos la experiencia en curso, que siempre es relacional, nos convoca a todas las personas: a nosotras y a les pacientes y alumnes.
Podemos decir que nuestro rol es determinado, el lugar interno desde el que lo ejercitamos tiene extensión y requiere variaciones. Ampliamos nuestra capacidad de acompañar cuando no necesitamos negar o defendernos de lo que estamos sintiendo frente a la o las personas con las que trabajamos.
Requerimos amplios conocimientos teóricos, que nos sirven como brújula y nos ayudan a identificar el grado de fragilidad psíquica que expresa quien tenemos delante; requerimos suficiente entrenamiento metodológico en nuestro enfoque y en otros, que nos aportan fluidez y gracia en nuestra intervención; además de un largo recorrido en supervisión. A la vez, e imbricado con lo anterior, lo que considero que es fundamental es el profundo recorrido terapéutico de quien acompaña, justamente para que el cambio en le paciente y le alumne sea lo más singular y propio posible. Ello no es determinado, es procesual y sorprendente, ahí reside su riqueza.
Como personas no somos completas, ni lo seremos, y necesitamos admitir nuestros límites. Tanto nuestro vacío como los límites propios y de la situación forman parte de la realidad relacional. Asumirlos, también en su variabilidad, contextualiza y aporta bases para la maduración, la sanación y el aprendizaje posibles.
La conciencia de la experiencia, sabemos que la transforma, abre su propia fluidez energética, que tendrá sentido si facilitamos la integración del nivel cognitivo, emocional, corporal y relacional.
¿Podrías compartir con nosotros alguna experiencia significativa donde hayas observado cómo los desplazamientos internos influyen en la relación terapéutica y en el proceso de cambio?
En supervisión aprendemos a colocarnos en diferentes lugares internos, no como estrategia (que también es una posibilidad) sino que se abren en la medida en que podemos notar, identificar, acoger, encarar y transitar lo que nos ocurre delante de la otra persona o grupo.
Cuando un proceso parece obturado, no progresa, y quien acompaña nota malestar, como supervisores, además de poder revisar la historia clínica y ver nuevas perspectivas, facilitamos la exploración de las reacciones (contratransferencia) de quien supervisa. El resultado supone un cambio de lugar desde el que acompaña, el cual permite el desarrollo del proceso terapéutico o formativo. Para ello necesitamos atendernos, supervisarnos y reconocernos.
Por ejemplo, una mujer, después de varios años de terapia, viene sin ganas a la sesión. Noto tensión (nalgas, pechos y hombros) y cierta urgencia para saber qué puede estar ocurriendo. El primer movimiento que realizo es notar mis puntos de apoyo y permitirme la inquietud y la incertidumbre (experienciales) luego, en este caso, identifico el valor del proceso que ha realizado hasta ahora (cognitivo contextual). También recuerdo que en otras ocasiones mostrar su enfado conmigo ha aportado fluidez y profundidad en la relación y en el proceso (cognitivo, recuerdo que contextualiza). Después de un rato, aparece su mal estar por sentir que en la sesión anterior yo intentaba que ella identificara cómo contribuía a un desencuentro con una compañera de trabajo que le afectaba mucho. Recuerdo que, en aquel momento al que ella se refería, yo me notaba insistente (recuerdo emocional sentido). Se lo reconocí (acto de transparencia). Ello, y poder rebajar cualquier expectativa sobre el curso de la sesión (movimiento interno fruto del recorrido suyo y mío en la sesión), le permitió entrar significativamente más que en otras ocasiones en el dolor de la soledad infantil reflejada en diferentes escenas. Esta vez pudo poner en relación aquellas escenas con el desencuentro con su compañera, a la vez que podía acoger un poco más su soledad. Creo que mi movimiento de la tensión a tolerar mi inquietud e incertidumbre, junto con mi confianza en ella, además de reconocer mi insistencia, le permitió hacer su propio recorrido.
¿Cómo crees que el espacio interno del terapeuta, impregnado por la persona o grupo que acompaña, puede influir en el desarrollo del proceso terapéutico?
Como acompañantes tenemos nuestro espacio interno que se impregna y modifica por la persona o grupo y cada persona tiene el suyo impregnado y modificado por nosotres y por las demás personas. En la Teoría de Campo sostienen, y conocen bien, que la vivencia siempre es cocreada, esa conciencia les permite abordar el acto terapéutico justamente en el espacio de contacto. Mi recorrido es dentro de la escuela del Oeste, desarrollada por Fritz Perls, profundizada a posteriori con Claudio Naranjo y también enriquecido por el psicoanálisis, con tintes ciertamente más intrapsíquicos. Es por ello por lo que destaco los espacios internos, que, por supuesto se comparten, gracias a ello nos seguimos nutriendo y transformándonos unes con otres en nuestras relaciones personales. La relación terapéutica es una en la que sucede lo mismo, necesitamos que ello sea así, mientras sostenemos el rol de acompañante. Espero que en el curso podamos diferenciar entre la autoridad que propicia el rol y el uso de esta autoridad en beneficio propio que ya supone un abuso de poder.
Ese espacio interno bañado y por lo tanto modificado por la persona o por el grupo, es el que, como acompañantes, nos permite los movimientos a los que me he referido en la anterior pregunta. Nos permite estar presentes en diferentes planos sensoriales, emocionales y cognitivos. Es el que me permite poder notar mi espalda que me aporta mayor temple; también identificar cuando reacciono y cuando noto que pretendo algo o cuando creo que sé lo que es mejor para la otra persona (no estando en una situación de peligro). Es el que me permite estar en mí mientras estoy con la otra persona. Y me brinda la posibilidad de intervenir transparentando mi sentir.
Identificar lo que siento y permitirme sentirlo (lo cual requiere espacio para poder sostenerlo), aporta que ello se haga presente en la interacción y la modifica nutriendo el fondo experiencial presente. X ej si noto tristeza cuando la persona cuenta una situación dolorosa sin emoción, convoca la tristeza en la sala. Si me permito sentir rabia y la acojo, la valido y me permito estar con ella sin tenerla que resolver, ello me aporta espacio a mí y a la otra persona. Obtura cuando me gustaría no sentir lo que siento o que la otra persona deje de hacer lo que a mí me provoca lo que me cuesta notar. Ello no quita que algunas veces necesitemos, y además sea conveniente, poner límites concretos.
Cuando hablo acerca de los posibles manejos de la contratransferencia como acompañante, digo que sentir lo que siento, me permite observar cómo ello es facilitado por la persona o grupo con el que trabajo, me permite elaborar hipótesis diagnósticas y también crear propuestas de experimentos. En un segundo nivel sitúo el transparentarnos (que no es simple) y en un tercero el expresarnos emocionalmente que es más impactante, arriesgado y que, sin tino, puede convertirse en maltrato.
¿Qué importancia tiene el enfoque corporal y sensorial en tu trabajo terapéutico y en la facilitación del cambio en tus pacientes?
Le doy mucha importancia.
Si consideramos, apoyándonos en la teoría cuántica y en la visión budista, que somos energía materializada en diferentes niveles, el nivel corporal es nuestro nivel más consistente. Las personas somos cuerpo palabreado, atravesado por la cultura, amasado y anudado por todas nuestras experiencias sensoriales y fantaseadas, también estructuradas por los introyectos tragados, por las actitudes defensivas… Está todo ahí, bien lo supo Reich al aportar la “coraza caracterial”. A la vez, es donde nos atraviesa la vida y es apoyo fundamental para abrirnos a ella.
Por supuesto que lo que pienso orienta mi vivencia, mi estado de ánimo y mis emociones, les cognitivistas lo exploran y orientan el cambio desde ahí. En Gestalt orientamos la atención a lo que va emergiendo sean recuerdos, pensamientos, identificaciones, emociones, sensaciones, impulsos, que transforman en la medida en que la persona puede tomarlos atendiéndolos y aterrizándolos. El registro corporal, permite profundidad en el darse cuenta y enraíza las figuras, -los asuntos que van apareciendo- ampliando su desarrollo y transformación.
También es el lugar desde donde pueden emerger vivencias de situaciones pendientes más o menos traumáticas. Podemos facilitar digerirlas, más despacio cuanto más traumáticas sean, contextualizándolas; ayudando con la recreación sensorial de buenas sensaciones y de recursos propios de la persona, siempre cimentada sensorialmente en los puntos de apoyo, para que la persona, vista y escuchada esta vez, pueda acoger esas vivencias y partes escindidas. El fruto será el aumento de la calma y de la revitalización. Supondrá la ampliación de su propio espacio interno singular y de su capacidad de responder.
¿Qué diferencias has observado entre acompañar a individuos y a grupos en su proceso terapéutico? ¿Existen estrategias específicas que utilices en cada caso?
El grupo es un ente, al igual que una persona, que tiene vida propia. Es lo mismo con las parejas, familias, organizaciones… Creo que en general nos cuesta más escuchar al grupo como entidad. Cada grupo tiene su propia energía. Podemos seguir un grupo corporalmente, por ejemplo, si les ponemos de pie, dejándoles mover como les salga, y notamos su tensión o ganas de jugar, o ambas manifestado por diferentes personas del mismo, podemos propiciar esa exploración. Lo que cada persona expresa, es una voz grupal, si lo escuchamos así es más fácil dejarnos llevar por lo que va emergiendo y coordinarlo, al igual que podemos bailar con lo que emerge en la persona que acompañamos. En el grupo las figuras emergen del fondo grupal que a su vez pertenece en un contexto social, en un determinado momento y la presencia de quien coordina.
Si en la terapia individual el objetivo es el aumento de la capacidad de vivir más ampliamente y ello supone/requiere la asimilación e integración de nuestras diferentes partes en una situación dada, el objetivo grupal es facilitar la apertura e implicación con lo que se está dando a través de sus miembros, ocupándonos que todos estén claramente incluidos en sus particularidades que será lo que les facilitará seguir su curso para acercarse a su objetivo.
Puede sernos más fácil o más difícil las diferentes modalidades terapéuticas en relación a nuestra propia historia y también esa dificultad nuestra puede variar al seguir digiriendo nuestra historia en terapia y también a través de identificar y explorar lo que vamos viviendo mientras acompañamos.
Particularmente, cuando acompaño a un grupo, activo más mi parte cognitiva para orientar mis intervenciones en relación a los objetivos del grupo. Si es terapéutico, me voy preguntando sobre la etapa grupal que va emergiendo y sus posibles necesidades y oportunidades de exploración.
¿Qué expectativas tienes respecto a este taller y qué crees que los participantes pueden obtener de él en términos de crecimiento profesional y personal?
Imagino que pueden revitalizar su interés y compromiso con la compleja profesión de acompañamiento.
Podrán seguir aprendiendo sobre los vericuetos relacionales que supone todo proceso terapéutico y también formativo cuando el nivel experiencial (como en la formación en Gestalt) está en su base.
Espero que puedan ampliar la capacidad de sostener sus propios sentires, incluidos alguno de los que tienden a evitar.
Deseo que amplíen la capacidad de jugar dentro de su espacio interno, atravesado por la persona o grupo con quienes trabajan y también en sus propias relaciones personales.
¡Ah! Y estoy convencida de que vamos a aprender también gracias al largo recorrido de algunas personas que sé que se han apuntado y al interés y al saber de todas las personas participantes, incluida mi motivación para realizar este encuentro.
Agradezco a la Junta directiva de la AETG esta valiosa oportunidad.