El pasado septiembre, la secretaría de la AETG recibió un documento del organismo del Ministerio de Sanidad responsable del Plan de Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias. Como consecuencia de este plan, en 2019, se publicó un informe en la web en el que aparecía dos listados, uno de técnicas en evaluación, y otro de técnicas consideradas como pseudociencias. La Terapia Gestalt aparecía como una técnica en evaluación. Esto es, en el momento de hacer la lista, no habían encontrado evidencia suficiente para que no estuviera allí, pero sí que había alguna que hacía que no estuviera directamente en la lista de las consideradas como pseudoterapias. En consecuencia, se supone que los responsables de Ministerio estaban buscando estudios que avalaran la eficacia de la Terapia Gestalt, y sacarla de ahí, o ponerla en la otra lista, la de las pseudoterapias, en caso de no encontrar evidencia concluyente. Fue en ese momento, cuando desde la AETG nos pusimos a buscar la investigación que ellos parecía que no habían encontrado. Participamos muchos socios y socias de la AETG leyendo, traduciendo y clasificando artículos, bajo la dirección de M. Ángeles López-González, investigadora de la UNED (ver Ayala-Romera, 2022).
Volviendo al documento de septiembre de 2025, en él se informa de que se ha realizado una revisión del listado identificado inicialmente, exponiendo que algunas de las técnicas potencialmente evaluables, entre ellas la Terapia Gestalt, nunca tuvieron que estar ahí, ya que “podrían exceder el alcance del plan evaluativo”. Es decir, hay un cambio de estrategia. De estar proscrita por no tener evidencia suficiente, con un pie en la lista de las pseudoterapias, a reconocer que nunca tuvo que ser evaluada.
¿De dónde viene este cambio de criterio?, y ¿qué significa realmente? En marzo de este mismo año, en una comunicación similar (en respuesta a los correos periódicos que la secretaría de la AETG enviaba para preguntar sobre este asunto), el Ministerio daba más pistas. Aparte de decir que la Terapia Gestalt aún no se había evaluado, adelantaba que se estaban revisando las técnicas que inicialmente aparecían en el listado porque podrían exceder el alcance del plan y “no debieran ser objeto de valoración en este marco”, ya que serían “sistemas integrales o completos que se construyen en torno a sistemas de teoría y práctica, y contemplan aspectos y enfoques más amplios que los que puede abordar una práctica o técnica” o que “contemplan abordajes filosóficos y humanistas, abordan la esfera psicológica y cognitivo, conductual y entran más en el campo de escuelas pertenecientes a corrientes psicoanalíticas o humanistas en general.” Así, parece que consideraban que la Terapia Gestalt podría entrar en esas categorías.
Para elaborar los listados iniciales, la Universidad Carlos III buscó estudios controlados y aleatorizados que refrendaran la eficacia de las técnicas concretas, siguiendo las directrices de la División 12 de la APA (American Psychological Association), quien estableció los criterios para considerar un tratamiento empíricamente validado según Chambless y Hollon (1998) e incluirlos en las guías de tratamientos psicológicos eficaces. Esta metodología de los Tratamientos Validados Empíricamente (TVE) copia al modelo médico para medir la eficacia de una técnica, con todas las limitaciones que, al trasladarlo al campo de la psicología, conlleva. Entre ellas: poner en foco en la patología y no en la persona que sufre, lo que implica el diagnóstico según categorías estancas (ajustadas al DSM en vigor), cuando en psicología es muy difícil encontrar trastornos puros; la metodología de investigación es muy compleja de trasladar a la práctica clínica, ya que son estudios que se realizan en condiciones muy alejadas de la práctica cotidiana en consulta, la dificultad de encontrar sujetos control apropiados, y la manualización impuesta de la técnica, que resulta en una simplificación excesiva de la compleja naturaleza interpersonal, contextual y subjetiva del proceso terapéutico (Echeburúa et al, 2010; Gimeno Bayón y Rosal, 2019; Gimeno Peón y Mateu, 2020; Pelechano, 2007; Pérez, 2013; Rodríguez Morejón, 2004).
Cuando el Ministerio decide que la Terapia Gestalt es algo más que una técnica y decide tratarla como una corriente psicoterapéutica que se engloba dentro de la psicología humanista, deja de tener sentido la evaluación bajo el paradigma de los TVE. ¿Por qué? Porque las investigaciones recientes en psicoterapia demuestran que las terapias bona fide (cognitivo-conductual, la sistémica, la psicodinámica y la humanista) funcionan, y con un tamaño del efecto de 0.80 (American Psychological Association, 2013). Además, la eficacia diferencial debida a las técnicas es mínima, entre un 1% que encuentran Wampold e Imel (2015) hasta un máximo de un 10% (Norcross y Lambert, 2019), mientras que, por ejemplo, el efecto placebo se mantiene en torno a un 15%. Esto quiere decir que las técnicas empleadas en el tratamiento psicológico, que son los elementos que diferencian a unos enfoques terapéuticos de otros, son responsables, como mucho, del 10% de la varianza de la eficacia, por debajo del efecto placebo.
Este paradigma de investigación, basado en los factores comunes, entendidos como los elementos activos que se encuentran en cualquier modelo psicoterapéutico, y que se originó a mediados del siglo pasado (Frank, 1974), ha sido actualizado por el modelo contextual de Wampold (2015) y se ampara en el modelo de la Investigación Basada en la Práctica, frente a la Práctica Basada en la Investigación de los TVE, que he explicado antes. La Investigación Basada en la Práctica (o Evidencia Basada en la Práctica, EBP) es un paradigma de investigación en psicoterapia que incluye la investigación contextos reales de la práctica clínica y el uso sistemático del feedback del cliente con el objetivo de lograr una intervención más eficiente y eficaz, que se adapte al cliente y al contexto particular (Gimeno-Bayón y Rosales, 2019; Gimeno Peón, 2020).
Es decir, consiste en producir investigación en la clínica, con los clínicos, y aplicarla en la práctica clínica frente a la investigación en entornos artificiales como el laboratorio. Como ejemplo, tenemos los dos proyectos europeos en los que actualmente está embarcada la Comisión de Investigación, y en los que algunos socios de la AETG están colaborando como clínicos. Aprovecho para dar la enhorabuena y las gracias a todos los que estáis participando. Por otro lado, volviendo al Ministerio, en esta última comunicación informa de que han desaparecido las listas de pseudoterapias y técnicas en evaluación de la web de ConPrueba, que tanto han dado que hablar. Ahora hay informes específicos para cada técnica y enfermedad en https://redets.sanidad.gob.es/, como el que estábamos esperando que se hiciera sobre la Terapia Gestalt. Y digo enfermedad porque son técnicas médicas en una mayoría abrumadora, aunque, si buscamos, encontramos uno sobre meditación y cinco sobre la acupuntura aplicada al dolor crónico, cefaleas, dolor lumbar, etc., por citar algunas de las disciplinas que compartían la lista de evaluación con la Terapia Gestalt.
Así, al eliminar las listas “la terapia Gestalt tampoco quedará asociada a las técnicas con pretendida finalidad sanitaria valoradas en el Plan de Protección de la Salud frente a las pseudoterapias en el marco del plan de trabajo de RedETS”, según informa el Ministerio. Es decir, si no hay lista de técnicas con pretendida finalidad terapéutica, no hay problema. Sin embargo, durante estos años, la Terapia Gestalt ha sufrido muchos ataques en prensa y redes sociales, supuestamente justificados en parte por su aparición en esta lista. Hubiera sido esperanzador el que se hubiera reparado el daño causado mediante un comunicado oficial para publicar en los medios, finalizando así este periplo de una manera justa, pero…
Lo positivo de todo este proceso es el hecho de que la investigación en Terapia Gestalt haya llegado a la AETG, concretándose en la participación en estas dos investigaciones internacionales, la creación de una Red de Investigación Orientada por la Práctica, y el aumento de tesinas de investigación, algunas de ellas con muy alta calidad académica, que esperamos que puedan dar a conocerse en Congresos de Psicología. Es algo digno de celebrar.
Como conclusión, sabemos que se ha demostrado sobradamente que psicoterapia es eficaz, y, por tanto, la Terapia Gestalt también, más allá de lo que los gobiernos, los intereses de la industria farmacéutica y algún grupo de fanáticos cientificistas digan en las redes. ¿Y por qué funciona? Aún no está claro, aunque la investigación apunta cada vez más a la relación terapéutica como principal factor responsable de su efectividad, y en esto, los gestaltistas, somos expertos.
Raquel Ayala
Referencias
American Psychological Association (2013). Recognition of psychotherapy effectiveness. Psycotherapy, 50 (1), 102-109. https://doi.org/10.1037/a0030276
Ayala-Romera, R. (2022). Pseudociencia, Investigación en Psicoterapia y Terapia Gestalt. Revista de Terapia Gestalt, 42, 101-107. Asociación Española de Terapia Gestalt.
Chambless, D.L. y Hollon, S.D. (1998). Defining empirically supported therapies. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 66, 3-18.
Echeburúa, E., de Corral, P., y Salaberría, K. (2010). Efectividad de las terapias psicológicas: Un análisis de la realidad actual. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 15(2), 85–99.
Frank, J. D. (1974). Therapeutic components of psychotherapy: A 25-year progress report of research. Journal of Nervous and Mental Disease, 159
(5), 325–342. https://doi.org/10.1097/00005053-197411000-00003
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Gimeno-Bayón, A. y Rosal, R. (2019). ¿La Psicología Humanista como Pseudociencia?. Revista de Psicoterapia, 30(112), 165–188. https://doi.org/10.33898/rdp.v30i112.285
Gimeno Peón, A., y Mateu Hernández, C. (2020). Hacia la Evidencia Basada en la Práctica en Psicoterapia. Revista de Psicoterapia, 31(117), 179–
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Gimeno Peón, A. (2020). Mejorando los resultados en psicoterapia. Ediciones Pirámide.
Norcross, J. C. y Lambert, M. J. (2019). Evidence-based psychotherapy relationship: The third task force. En J. C. Norcross y M. J. Lambert (eds.) (2019), Psychotherapy relationships that work. Volume 1: Evidence-based therapist contributions (pp. 1-23). Oxford University Press.
Pelechano, V. (2007). Viejas y nuevas cuestiones en las viejas y nuevas terapias psicológicas. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 12(2), 71–90. Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología.
Pérez, M. (2013). Anatomía de la Psicoterapia: El diablo no está en los detalles. Clínica contemporánea, 4(1), 5-28. https://doi.org/10.5093/cc2013a1
Rodríguez Morejón, A. (2004). La investigación de resultados y el futuro de la psicoterapia: Alternativas a los tratamientos empíricamente validados. Papeles del Psicólogo, 25(87), 24–30. Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. https://www.papelesdelpsicologo.es/resumen?pii=1083
Wampold, B.E. (2015). How important are the common factors in psychotherapy? An update. World Psychiatry, 14, 270-277. http://dx.doi.org/10.1002/wps.20238
Wampold, B. E. e Imel, Z. E. (2015). The great psychotherapy debate: The research evidence for what works in psychotherapy (2.a ed.). Routledge.